Aquí no hay playa… Pero sí MAR

Cien razones para amarte XLI

Esta es la quincuagésima primera entrega de la serie de artículos CIEN RAZONES PARA AMARTE sobre Alcalá de Henares con que nos deleita nuestro colaborador Antonio Lera sobre las cien razones que le han llevado a amar esta ciudad.

Soy un Homo Heidelbergensis. Sí, lo sé, vaya nombrecito, probablemente idea de un antropólogo algo pedante aficionado a los latinajos y con no mucha imaginación que aprovechó el hecho de que mi abuelo paterno naciera hace unos 600.000 años allá por el Pleistoceno en un sitio que hoy en día se llama Heidelberg para bautizarnos tan retorcidamente. Dato este de los 600.000 años por el que podéis deducir que tanto mi abuelo como yo estamos un poquito muertos. Tranquilos, no pasa nada. Después de todo tengo el orgullo de haber sido el primer alcalaíno de la Historia. Además, al contrario de lo que podáis pensar, yo y mis compañeros de tribu tuvimos una buena vida. Corta, pero buena. Salíamos a cazar y a recolectar alimentos 2 días a la semana y el resto del tiempo era todo libre, para tocar música, bailar, hacer figuritas con piedras o huesos de animales, practicar sexo, pintar en las paredes… Para divertirnos y ser felices. Y así durante miles de años. hasta que llegaron los Neandertales, que por no sé que teoría de la evolución natural se hicieron los dueños del cotarro y nosotros pues a extinguirnos, que remedio, si lo dice Darwin a obedecer y callar. Pero como donde las dan las toman al Neandertal también le llegó su hora, porque hace unos 35.000 años unos Homo Sapiens que pasaban por aquí dijeron ¡qué bonito es Alcalá!, o como lo llamaban entonces, Aarrrgggalá, y decidieron quedarse. Por cierto, los Homo Sapiens, algunos menos que otros, sois vosotros, y si no os cargáis antes la Tierra, lo que visto lo visto parece difícil de evitar, andaros con cuidado porque con el tiempo otros vendrán y ya habéis visto cómo funciona la cosa.

Mosaico Romano en el Claustro

Todo iba bien hasta que a algún listillo se le ocurrió allá por el 10.000 a.C. que los campos se podían cultivar y los animales domesticar, y sí, es cierto, ya no se dependía tanto de que hubiese caza o no, ni había que andar de un lado para otro para recolectar frutos y plantas, pero eso del fin de semana de 5 días se acabó para siempre, al menos para los pobres. Era el principio de lo que se dio en llamar la civilización. Y con la civilización llegaron la escritura, el arte, la ciencia, la agricultura, la ganadería, la industria, el urbanismo…pero también las fronteras, las guerras, la esclavitud, los horarios (¡nefasto invento el del reloj!) y sobre todo el egoísmo y el odio entre pueblos. Y el deseo de dominar y de poseer lo que el otro tiene. Y como Alcalá de Henares desde siempre ha sido un lugar muy apetecible pues fueron llegando unos tras otros, rara vez por las buenas, casi siempre por las malas y atropellando a los que estaban: carpetanos, romanos, visigodos, musulmanes, cristianos, nadie pasaba de largo. Eso sí, todos dejaron su legado, un legado que merece la pena conocer, que es necesario entender. Tal vez ayudaría a hacer las cosas mejor en el futuro. Lo tenéis muy fácil, un sábado o un domingo antes de ir a tomar el vermut en la calle Mayor acercaos a la Plaza de las Bernardas y visitar el Museo Arqueológico Regional. Tranquilos, es gratis, no os dolerá.

En el MAR, acrónimo del nombre del museo como la mayoría habréis deducido, lo explico por si acaso, para los de la ESO más que nada, podréis saber más sobre mí y sobre todos los que vinieron detrás hasta llegar a vosotros. Por cierto, ESO es un acrónimo de Educación Secundaria Obligatoria, para los de la ídem. No os voy a destripar las maravillas, entre otras muchas una reproducción de mi esbelta figura y de mi hábitat, que os encontraréis dentro. Pero por si la exposición permanente y las temporales no son suficiente aliciente para hacernos una visita os diré que solamente por el entorno y por el recinto en el que se haya el museo merece la pena acercarse. La Plaza de las Bernardas es uno de los rincones más hermosos de Alcalá de Henares. Era el favorito de Manuel Azaña, y lo es el de cientos de alcalaínos que, bien accediendo desde el Arco de San Bernardo, desde la calle Santiago o desde la Plaza de los Santos Niños, disfrutan de un entorno incomparable rodeado por el Palacio Arzobispal, el Monasterio de Las Bernardas y el Antiguo Colegio Convento de Dominicos de la Madre de Dios, sede actual de nuestro Museo Arqueológico. Una sede cuyo nacimiento se remonta al año 1576, cuando Doña María de Mendoza, siguiendo la tradición nobiliaria de la época de ejercer el mecenazgo, fundó dicho Colegio, edificación de orden religioso y académico que pretendía estar vinculada a la Universidad Complutense. Y a partir de ahí fue un no parar. Ampliaciones en los siglos XVII y XVIII que duraron más que la obra de El Escorial, comparación tópica en realidad bastante desafortunada ya que la faraónica casa de campo de Felipe II se construyó en un tiempo excepcionalmente corto para la época, traslado de puertas de una fachada a otra, ocupación y saqueo por parte de las tropas napoleónicas que lo usaron como cuartel de caballería en 1808, desamortización y trasformación en cárcel la parte del convento y en juzgados y colegio de abogados la zona de la iglesia, hasta que por fin, el 25 de mayo de 1999, fue inaugurado, después de más de una década de obras, el Museo Arqueológico Regional. Y aun así la cosa no paró, ya que recientemente se ha hecho una ampliación a costa del espacio que ocupaba la antigua comisaría de la Policía Nacional. Resumiendo, que por aquí han pasado curas, militares, jueces, abogados, delincuentes y policías. Sin comentarios.

Desde mi vitrina, inmóvil, no puedo evitar emocionarme cuando un niño apoya las palmas de sus manos en el cristal y me mira con cara de asombro intentando imaginar que soy un antepasado suyo muy lejano. Mi corazón se acelera por los nervios cada vez que se inaugura una nueva exposición temporal o añaden algo a la permanente porque con el atardecer, al cerrarse las puertas y apagarse las luces, todos cobraremos vida y haremos nuevos amigos. Las noches en los museos son mágicas, sobre todo las que se llenan de música. Porque aquí a veces también hay música, y teatro, y conferencias. Todavía recuerdo con pasión cuando escuché retumbar entre estas paredes la imponente voz de una mujer cantando la Habanera de Carmen de Bizet, o a cientos de instrumentos hacer vibrar los cristales de las ventanas con el Capricho español de Rimsky Korsakov. Fue el 30 de abril de 2017, un día, y eso que tengo 600.000 años, digno de recordar. Hay hombres capaces de crear cosas inmensamente hermosas. Por desgracia hay muchos más capaces de destruirlas. Es más fácil y no requiere talento. Y sale muy barato.

Así que ya lo veis, aquí tenemos hasta MAR. Sin playa, sin olas, sin barcos, sin ese embriagante olor a agua salada que trae la brisa marina, pero cargado de pasado y de memoria, de arte y de belleza, de vida y de muerte, de los sueños y esperanzas de la humanidad. Un MAR que recorre nuestra Historia, la de nuestra región y la de nuestra ciudad y nos la acerca para que la vivamos, la imaginemos y la comprendamos. Y está aquí, lo tenemos al lado, para que lo disfrutemos, como tantas y tantas cosas que hacen que sea imposible no enamorarse de Alcalá de Henares. Sin playa, vale, pero eso sí, chiringuitos todos los que queráis.


— CONTENIDO RELACIONADO —